España: “Consumo excesivo de agua más allá de los límites sostenibles”
Los sectores agrícolas españoles se enfrentan a riesgos crecientes atribuidos a los efectos del cambio climático. Tras una mala cosecha de cereales, las consecuencias adversas de la actual sequía se están extendiendo a otros cultivos como la vid y el olivo. Ante la previsión de sequías y lluvias más frecuentes e intensas, España se ve obligada a ajustar su planteamiento, dado que actualmente está superando su capacidad sostenible de uso del agua.
Los estragos de la sequía se extienden a la uva y el olivo
El impacto de la sequía en el sector agrícola se está extendiendo progresivamente a un espectro más amplio de cultivos, lo que se traduce en mayores pérdidas para los agricultores, influye en la industria alimentaria y agrava las subidas de precios para los consumidores. Lo que en un principio afectó principalmente a los cultivos de secano del sur y centro del país, a la ganadería y, en menor medida, a las hortalizas y frutales de las zonas con mayor escasez de agua, se ha extendido ahora a dos cultivos fundamentales para la economía española: la uva y la aceituna, cuya producción se prevé que se reduzca sustancialmente en esta campaña.
El inicio de la vendimia se está produciendo antes de lo habitual, con resultados bastante desfavorables. Las previsiones para el sector anticipan una disminución de la producción de alrededor del 10 al 15% en comparación con las cifras del año pasado, que ya eran subóptimas. Además, la industria vinícola se enfrenta a un descenso gradual de su popularidad, ya que las preferencias se decantan por bebidas alternativas como la cerveza.
La industria olivarera se prepara para una cosecha excepcionalmente pobre este año, con unas expectativas que rondan el 50% por debajo del rendimiento previsto. A ello se suma la escasez histórica de aceite de oliva de la campaña anterior, que suele cubrir la demanda hasta la siguiente cosecha. En consecuencia, el sector del aceite de oliva se enfrenta a una intensa y profunda crisis de precios. La combinación de una grave sequía durante las dos últimas campañas y un considerable aumento de los costes de producción está poniendo en peligro la sostenibilidad de estas empresas. En la actualidad, el consumo de aceite de oliva en España ya se ha desplomado un 50% en los seis primeros meses del año y, según los informes, “el precio al consumidor aún no ha alcanzado su punto álgido”.
La campaña de cereales, afectada por la sequía
Según los datos preliminares del Ministerio de Agricultura, la campaña cerealista 2022/23 concluyó con unas importaciones que superaron los 19 millones de toneladas debido a una cosecha nacional insuficiente.
Aunque la producción fue limitada, la importante afluencia de importaciones, unida a la reducción del consumo derivada principalmente de la disminución de la cabaña ganadera, facilitó la acumulación de una reserva de remanentes para la campaña siguiente, por un total de 3,6 millones de toneladas, la reserva más importante observada en los últimos ciclos de comercialización. Esta reserva representa el 10% del consumo.
Las previsiones para la próxima campaña 2023/24 presentan resultados aún más sombríos. Se prevé que los rendimientos de los cereales de invierno se desplomen entre un 28% y un 50% en comparación con el año anterior, que la producción de maíz disminuya entre un 13% y un 47% y que la de girasol caiga un 30%. España se enfrenta a una situación compleja caracterizada por la disminución de la producción de cereales, lo que obliga a recurrir al mercado mundial para compensar las pérdidas. Sin embargo, el informe elaborado por Pablo Resco para Cajamar subraya los riesgos asociados al conflicto de Ucrania, los suministros de Brasil y la mayor vulnerabilidad a los riesgos climáticos.
En 2030-2025, 375.000 millones de euros de pérdidas por sequía
Las previsiones ofrecen una mejora limitada. Un estudio de la agencia de calificación crediticia Scope Ratings GmbH sugiere que la agricultura española podría experimentar un descenso del 17,5% en sus ingresos de 2030 a 2050, lo que equivaldría aproximadamente a 375.000 millones de euros, debido a los efectos de la sequía.
Según la prueba de estrés climático macroeconómico de Scope, el sector agrícola de la UE es el más vulnerable a los riesgos de sequía. La agencia subraya que, en conjunto, la sequía podría suponer un coste potencial de 4,6 billones de euros para la economía española entre 2030 y 2050, lo que representaría el 5,8% de su PIB per cápita durante ese periodo. En consecuencia, España se situaría hipotéticamente como la segunda nación de la UE más susceptible en términos de pérdida de ingresos debido a lluvias insuficientes y olas de calor, por detrás de Italia, que incurriría en una pérdida de 10 billones de euros, equivalente al 8,3% de su PIB per cápita acumulado.
Gastar más agua de la disponible
“Estamos lidiando con un problema al que no nos enfrentamos de forma pragmática, a pesar de su actualidad y evidentes repercusiones”, subraya el Dr. Fernando Valladares, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Una de las consecuencias más llamativas del cambio climático en España es su evidente influencia en los recursos hídricos.
“Está provocando un agotamiento de nuestras reservas de agua. Esto no se debe sólo a una ligera reducción de las precipitaciones, sino también a los fuertes aguaceros cada vez más esporádicos que dificultan su utilización efectiva. Además, el aumento de las temperaturas acelera la evaporación del agua, lo que aumenta la demanda y, en consecuencia, disminuye el balance hídrico global”, explica.
La profesora Lucia De Stefano, del Observatorio del Agua de la Fundación Botín, explica además que “actualmente estamos viviendo una sequía meteorológica. Sin embargo, la escasez de agua es una cuestión distinta, arraigada en los patrones de uso del agua por parte de la sociedad. Aunque una sequía meteorológica puede exacerbar y potencialmente facilitar la escasez de agua, no es la única causa”.
¿Estamos sobrepasando nuestra capacidad de uso sostenible del agua?
“No hay ninguna duda. España está consumiendo más agua de la que posee, y la preocupación central radica en el regadío, un asunto complejo de abordar por sus importantes implicaciones económicas y sociales. Los cultivos de regadío tienen una relevancia sustancial”, asegura Sergio Vicente, uno de los colaboradores del VI Informe IPPC.
Aproximadamente el 67% de la producción vegetal española procede de cultivos de regadío.
“El 2% de los españoles gasta el 80% del agua”
Tal era el título de un reciente artículo publicado en un destacado diario nacional. Según el artículo, la agricultura representa el 80,4% del consumo total de agua en España, teniendo en cuenta que la nación alberga a unos 935.000 agricultores. En términos más sencillos, una mera fracción -menos del 2%- de la población es responsable de utilizar 8 de cada 10 litros de agua disponibles. Los principales beneficiarios de este uso del agua son las regiones que cuentan con las extensiones de regadío más extensas: Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Castilla y León y Aragón.
En respuesta, Francisco Castillo planteó una preocupación en Plataforma Tierra, destacando la inclinación de los medios de comunicación a optar por titulares llamativos que no siempre se ajustan a la realidad de un sector, pero que pueden influir significativamente en la opinión pública. Según este ingeniero agrónomo, hay tres realidades irrefutables: España se enfrenta a un prolongado periodo de sequía; el sector agrícola español utiliza el 80,4% del suministro nacional de agua; y el regadío español necesita la integración de nuevas tecnologías para mejorar su eficiencia. España se ha embarcado en un esfuerzo inversor de varios años dirigido a la modernización de sus sistemas de regadío, un compromiso que se ha reforzado recientemente.
La huella hídrica alimentaria
Por el contrario, según las estadísticas oficiales citadas por Castillo, el sector del regadío español ha conseguido reducir su utilización de agua en un 29,9% entre 2000 y 2018.
No obstante, como subraya el engañoso titular, el imperativo reside en sustituir los sistemas de riego existentes por alternativas más eficientes e integrar tecnologías digitales avanzadas para impulsar esta evolución. Sin embargo, la afirmación de que más del 80,4% de los recursos hídricos de España son aprovechados por más de 900.000 agricultores es engañosa. La producción agrícola generada por estos agricultores no se destina al consumo personal, sino que sirve para satisfacer las necesidades alimentarias de la población. En esencia, aproximadamente el 80% de las reservas de agua de la nación se canalizan para satisfacer las necesidades alimentarias del público.
¿Por qué no se tiene en cuenta el consumo de agua de otros participantes en la cadena de valor agroalimentaria, como los sectores de la industria, la comercialización y la distribución? Del mismo modo, ¿por qué no se tiene en cuenta la demanda de agua de los consumidores de estos productos? Castillo afirma que la huella hídrica de los alimentos debe repartirse tanto entre los actores de la cadena como entre los propios consumidores. Los primeros intervienen en procesos como la producción, transformación, comercialización y consumo de alimentos, mientras que los segundos los emplean en su propia alimentación.
Desafíos en la gestión del agua
En junio, el Dr. Eduardo Moyano, experto en agricultura y sociología, escribió un artículo optimista y alentador con un mensaje general:
“Existe un gran potencial para mejorar nuestras infraestructuras hídricas, algunas de las cuales se han quedado anticuadas. Además, pueden explorarse vías para diversificar las fuentes de agua, como la desalinización y la reutilización de aguas depuradas, así como la ejecución de trasvases fluviales entre cuencas. Los avances deben abarcar la conservación del agua mediante tecnologías innovadoras, junto con el perfeccionamiento de los sistemas de control y gestión de los acuíferos. En conclusión, las nuevas tecnologías deberían aprovecharse para impulsar los avances en la transición energética, elevando la eficiencia del consumo de energía”.